A las 5 de la mañana se abrieron las puertas del Colegio San Andrés, en la parte posterior del Convento de San Francisco, para recibir a los fieles que participaron de la Procesión de Jesús del Gran Poder, la de mayor convocatoria en Quito.
Tras cruzar las puertas del colegio, los peregrinos se dividían en 2 grupos: en la cancha de fútbol las personas que llevaban sus propios trajes y en las aulas, las personas que necesitaban alquilar la vestimenta para la procesión. Entre los participantes, llamaban la atención los más pequeños, niños de 5 y 6 años que acompañaron a sus padres en su fe; y los más ancianos, personas de la tercera edad que a pesar de los años se preparaban para el recorrido por el Centro Histórico.
Casi a la misma hora, en las parroquias de La Merced y Alangasí se preparaban los miembros de la diablada. Pintaban sus cuerpos, limpiaban las máscaras y se colocaban sus trajes para participar del vía crucis, donde representaron las tentaciones del mundo y la ‘felicidad’ del demonio, ante la vejación y muerte de Jesús.
A las 10 de la mañana, mientras en el centro de la ciudad, los primeros cucuruchos y verónicas cruzaban la ‘Calle de la amargura’, un pequeño pasaje que los trasladaría hasta los patios del Convento San Francisco; cientos de peregrinos se concentraban en el Santuario de la Virgen de El Quinche, al sur de Quito, para emular la procesión de Jesús del Gran Poder.
A la salida de los primeros cucuruchos de la iglesia de San Francisco se sumaban los nazarenos, hombres vestidos como Jesús que llevaban maderos sobre sus hombros o pesadas cruces, algunos con la ayuda de hasta 6 personas más. Cada uno de estos singulares personajes tenía su propia petición o agradecimiento a Dios y lo manifestaron con este sacrificio en la procesión.
A las 12 del día, las imágenes principales de la Virgen de los Dolores y Jesús del Gran Poder salieron a las calles del Centro Histórico y del sur de la ciudad, donde más de 150 mil personas se agolparon para recibir la bendición a su paso. Las 2 procesiones duraron hasta cerca de las 15:00, cuando empezó la celebración de las 7 palabras, una ceremonia que recuerda la muerte de Cristo.
A las 16:00, en el tradicional barrio San Marcos se dio la procesión de la Soledad de María, donde decenas de personas acompañaron a la madre de Jesús en una romería solemne y silenciosa que avisaba a los transeúntes que Jesús había muerto.
Procesiones similares se celebraron a las 6 de la tarde en los conventos de San Francisco y Santo Domingo, en las que sacerdotes, seminaristas y frailes caminaron en silencio por los pasillos conventuales, sufriendo la muerte de Cristo. La celebración de estas romerías y recorridos concitó la atención de miles de ciudadanos que ven reflejada no solo su fe, sino una tradición ancestral que convierte a Quito en el destino ideal para el turismo religioso.