La Reseña de la cruz, más conocida con el Arrastre de Caudas, es una ceremonia litúrgica que tiene sus inicios en el ejército romano, cuando se batían unas banderas gigantes ante la muerte de un general o un soldado destacado.
Esta ceremonia, adoptada por la iglesia católica para honrar la victoria de Jesús sobre la muerte, llegó en el siglo XVI desde España hasta el virreinato de Lima y se empezó a practicar en Quito, cuando la ciudad tuvo su independencia eclesiástica y fue reconocida como diócesis.
400 años después, el Arrastre de Caudas se celebra solo en Quito, convirtiendo a la Capital del Centro del Mundo en la custodia de un patrimonio inmaterial que convoca a los fieles católicos y a turistas de todas partes.
El pasado 13 de abril, se celebró esta ceremonia en la Catedral Metropolitana de Quito y estuvo dividida en varios momentos. La primera parte transcurrió entre cánticos, salmos y oraciones. En la segunda parte los ‘canónigos’ caminaron dentro del templo arrastrando unas capas negras enromes que simbolizan los pecados del mundo; junto a ellos 2 seminaristas que llevaban cirios, alumbrando su camino, y un tercer acólito en la parte posterior custodiando la ‘cauda’.
Intercalado, entre los ‘canónigos’, un sacerdote caminaba portando una bandera negra con una gran cruz roja que simboliza el luto y la sangre de Jesucristo. Al final de la procesión, el arzobispo llevaba entre sus manos la ‘Lignum crusis’ o verdadera cruz, llamada así porque en su interior tiene una de las astillas del madero donde fue crucificado Jesús.
Una vez que los ‘canónigos’ regresaron al altar, se postraron en el suelo cubiertos por las capas negras. El arzobispo ondeó la bandera en tres momentos diferentes: sobre el altar, encima de los sacerdotes que portan las caudas y sobre los asistentes; luego golpeó el suelo con el asta de la bandera, señal para que los canónigos se levanten sin las capas, simbolizando el triunfo de Jesús sobre los pecados.
Esta ceremonia ancestral, finalizó con la bendición arzobispal a los cerca de mil asistentes, quienes luego de 2 años pudieron revivir este acto litúrgico y cultural de la Semana Santa Quiteña.